El camino de igualdad de las mujeres es inescrutable.

¡Increible! cada día nos sorprende más la conducta de algunas mujeres que con alarmante inconsciencia, egoismo e ignorancia contrarreman y desprecian el duro trabajo que en pro de la igualdad han desempeñado muchas otras mujeres a cambio de graves padecimientos y penurias personales.

«Joven magrebí sale del quirófano donde le han reconstruido el himen por 630 euros. «Me caso en Marruecos y él me quiere intacta»

Las pacientes son gitanas o musulmanas, pagan 630 euros por unos cuantos puntos de sutura y la ‘ilusión’ –o como se quiera llamar– de volver a ser virgen. «Me caso el próximo verano en Marruecos con un chico de Casablanca, y él me quiere ‘intacta’. Por eso vengo a que me cosan. Y, qué va, no le he dicho nada a nadie», explica con toda naturalidad. Por si fuera poco, causa más pasmo su libertad de antaño: comía jamón tranquilamente, bebía alcohol todos los fines de semana y no dudó en perder la virginidad a los 16 años con un chaval musulmán. No tenía nada que lamentar hasta que descubrió que «la pureza es una virtud porque lo dice el Corán». Tajante. elcorreo.com»

El Burka: Rotundamente ¡NO!

Para quienes aún llegamos a tiempo de conocer que la mayoría de edad era a los veintiún años y no a los dieciocho, que había cuerpos de funcionarias en los que las mujeres perdían el puesto de trabajo si se casaban, que el código penal justificaba al homicida que mataba a su esposa si la encontraba yaciendo en adulterio con otro hombre, que las mujeres necesitaban el consentimiento y la firma de sus maridos para administrar sus propios bienes privativos, que las casadas no podían abrir cuentas bancarias, ni concertar prestamos, ni mover fondos sin exhibir un poder notarial en el que el esposo las autorizaba.

Quienes hemos peleado duramente en público y en privado, y seguimos en ésta tarea de la igualdad que parece no tener fin e incluso dar marcha atrás, el debate sobre el burka suena ya a pitorreo. La musulmanía coloca a las mujeres muchos siglos antes de la edad de la razón y pone en muy grave peligro los logros conseguidos en materia de igualdad, renueva el terrorismo machista y patriarcal de instinto animalesco y cultivado en la fuerza de la violencia física y la sumisión.

Ni el burka ni el niqab (que solo deja al semidescubierto lo ojos) son de recibo en una sociedad democrática, igualitaria y en la que rigen leyes transparentes y del siglo XXI. Y no se puede apelar a la tolerancia ni al derecho de libertad religiosa ni de la propia opción. Intolerante es el que se traslada a vivir a otro país y pretende imponer su ley de origen. Cuando queremos visitar una mezquita, si lo permiten,  en muchas ni eso, las mujeres debemos cubrirnos la cabeza con alguna prenda. Para entrar en la basílica de San Pedro del Vaticano, hombres y mujeres debe portar pantalón largo. Son normas privadas de uso privado para entrar en recitos privados. El que quiera entrar debe respetar la norma.

Con independencia del peligro que atenta contra las mujeres españolas y europeas, aceptar el uso de estas prendas en lugares públicos supone crear alto riesgo de inseguridad ciudadana. En este país, en cualquier país democrático, nos vemos las caras, sabemos con quien estamos hablando, solo se cubren los atracadores, los terroristas y delincuentes, o disfrazados en fecha de carnaval.

No cabe debate alguno, la seguridad ciudadana de los hombres y mujeres de un país está por encima de todo argumentario enmascarado en términos de tolerancia. «Diario Palentino, 4 de julio de 2010!»