Mirando hacia otro lado

«Siempre hay quien lanza sus propias culpas al aire por si el viento o la suerte las lleva lejos»

Los alcaldes y concejales de los pueblos siguen siendo los titanes de la administración local, siguen poniendo de su bolso la gasolina, el teléfono, el tiempo y las desazones. Continúan viniendo a la capital a visitar, previa cita concertada y para asunto concreto, a los encopetados cargos provinciales y regionales para tratar de conseguir unas miguillas de ayudas económicas o técnicas para su municipio.

Muchos de estos ediles vocacionales y entregados no pertenecen a una ideología concreta, por supuesto algunos lo son plenamente convencidos, pero no la mayoría. Están en la candidatura de una formación por proximidad, por ser alternativa a quienes ya están, porque les hicieron los papeles o por otras razones peregrinas, lo cierto es que una virtud confluye en todos ellos, y es la dedicación desinteresada a su pueblo y paisanos.

Nuestros pueblos merman muy deprisa, cada año la población decrece de forma preocupante, y la distancia psicológica con la capital se incrementa a medida que los servicios públicos de calidad crecen, mejoran y se concentran en ésta mientras se estancan se reducen en el mundo rural.

Hace poco un opinante de prensa venía a decir que en parte los pueblos pierden su atractivo en invierno porque no tienen escaparates, porque el consumo diario no es accesible. Tal vez tenga su parte de razón, el comercio da vida, el alumbrado público potente en las tardes de los meses oscuros, también, pero lo más importante es la propia vida en sí, la gente, las personas con quien hablar y relacionarse. Solamente puede haber habitantes si hay medios de vida, trabajo, producción.

Ni el Presidente de la Diputación, ni el de la Comunidad Autónoma entienden nada del mundo rural que los mantiene en el poder. El primero se limita a repartir según propio y personal criterio un pellizco importante de fondos públicos entre los respetuosos alcaldes que llegan, precia cita por escrito, con su pequeño y urgente proyecto debajo del brazo. El segundo, Sr. Herrera, cuando habla se le llena la boca con la industrialización de Valladolid, más polígonos, más empresas, más suelo industrial, más exportaciones, todo para la capital de la región. Un discurso distante años luz de nuestros pequeños pueblos que se conformarían para empezar con que no se vayan sus propios hijos, aunque no vengan más habitantes de fuera.

Algunas de éstas autoridades osan, incluso, portar pancartas anticierre de empresas e industrias siendo los principales responsables de estas competencias por cuyo ejercicio cobran y administran en nombre de todos. La foto es la foto y el desconcierto es una baza que siempre juegan los amorales de la política. Los vericuetos de las administraciones públicas son como laberintos infranqueables para los legos. El papeleo enrosca al ciudadano en un ir y venir haciendo fotocopias, recabando certificados, justificantes, presupuestos, facturas y otros papelotes carpeta bajo el brazo y paso firme.

Hablar de competencias es como un trabalenguas en Babel. Cada tropezón administrativo nos lleva a la local, provincial, autonómica o estatal. Echa los dados y acertarás. Por eso en esta nuestra tierra de pillos y picardías, siempre hay quien aprovechando la dificultad de los ciudadanos para comprender la compleja maraña administrativa, lanza sus propias culpas al aire por si el viento o la suerte las lleva lejos, por ejemplo al gobierno central. Esta insólita conducta se va haciendo cada día más descarada por parte de algunos políticos de derechas totalmente entregados a su causa partidista.

La plaga de topillos repunta, los agricultores no saben como perderán menos si sembrando o quedándose en casa. Los ayuntamientos de minipueblos no tienen ni para pagar al secretario municipal, la asistencia sanitaria cada día es más escasa, los canales de televisión no tienen señal, los móviles sin cobertura, de la banda ancha ni hablamos. La reordenación territorial es hoy un clamor, los dirigentes regionales no se mojan, ni la mientan, los alcaldes cada día caminan más de despacho en despacho oficial con secretaria de criba a la puerta, entrenan duramente su paciencia. Nadie habla de ello. Eso si que es una patata caliente, muy caliente, y más grande que las de la Ojeda. «CARRIÓN, 1ª quincena noviembre 2007»

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