“Lo importante es establecer contactos para huir de la soledad y no enrarecerse en la autocomplacencia y la contradictoria egolatría”
No es que seamos muchos habitantes sobre el planeta sino que nos da miedo la soledad y queremos vivir pegaditos unos a otros. El campo no tiene farolas y la naturaleza virgen solamente se ilumina si hay luna llena, de modo que la preferencia aparente es aglutinarse en los grandes núcleos urbanos, cuanto más grandes mejor, pero luego resulta que nos ataca el estrés laboral y la soledad del pequeño y anónimo apartamento que solo comparte con los vecinos el tejado, la escalera y los gastos de comunidad, lo demás todo transciende de la puerta para adentro. El “sancta sanctorum” del individualismo y de la privacidad tienen nombre y número de calle de espacio urbano.
Y una vez que queremos salir de ese cuidado y defendido reducto tenemos que buscar de algún modo la satisfacción de la necesidad de contacto afectivo y social, aunque sea para discutir y oponerse, para criticar y rebotarse con las conductas de los demás, lo importante es establecer contactos para huir de la soledad y no enrarecerse en la autocomplacencia y la contradictoria egolatría. Es preciso contrastar, compararse para poder concluir que somos más que o menos que otros en cualquier aspecto de la vida.
Clubs sociales, deportes, encuentros culturales y tertulias, peñas de amiguetes para comer, bailar o echar la partida y en todo caso una parlada más o menos larga, más o menos interesante o cuidada, distendida o chacharera, el caso es comunicarse, por supuesto no siempre con verdad, solamente lo necesario para que no se note la mentira o la exageración o simplemente para resguardar detalles de la propia vida que pueden satisfacer morbos de personajes entregados a la maledicencia por su solazada desocupación.
Y no es pesimismo observar la falta de sinceridad en las relaciones humanas. Estas además de ser harto complicadas y complejas si no se manejan con recato pueden exponernos a vulnerabilidades y hacernos manejables. Esta conclusión se aprende y afianza con los años En cualquier grupo social estable o reunión esporádica se da una aparente y cumplida cercanía interhumana que a menudo nos presta a confusión porque de pronto la sorpresa puede estar a la vuelta de la esquina.
Cada día nos asombran y desconciertan los cuentos que llegan a nuestros oídos. Y sin querer percatarnos de que la frecuencia es cada día mayor, nos sentimos confusos exclamando: “¡Nunca lo pensé de él!, parecían tan felices… ” (El susodicho tenía ochenta años y la mató, o la abandonó, o llevaba veinte engañándola, o era ella la que le engañaba a él y de rabia la mató. Solo es un ejemplo macabro). Después de cerrar la puerta ¿Dentro de casa qué sabe nadie lo que pasa?
La eterna contradicción es más acuciante si cabe en la gente mayor que no sabe si teme más la soledad que la compañía incómoda, pero como no pueden poner en la puerta el listado de personas gratas y no gratas para la visita pues tienen las dos consabidas opciones, o aguantarse en solitario o aguantar a los petardos que se inmiscuyen y entremezclan con los deseados. Eso pasa en las mejores familias. -Me cae muy bien mi hijo pero a la nuera no la aguanto- . Ya, pero es que el paquete viene junto, no puedes descontar del hotel el desayuno porque viene incluido. “C”est la vie”.
A veces soñamos con encontrarnos y luego nunca es como en el sueño, puede que sea mejor o tal vez menos bueno. Nuestra vida se compone de eslabones irregulares y quebrados, de momentos encadenados a estados de ánimo, a energías, incluso a la presión atmosférica o a la luz solar. La misma sonrisa nos cae bien en un momento, pero en otro como una piedra en la cabeza. El otoño y la primavera, que la sangre alteran se prestan a desvaríos sobre lo ortodoxamente debido. ¡Viva la imaginación¡ aunque solo sea privada, callada, intima. Para no herir ni ser herido hay que verter solo pulcras palabras, la indiscreción es de régimen interno y pertenece al dominio de los pensamientos.»Periódico CARRIÓN, 16 de abril de 2006″