Obstáculos a la libertad

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“La formación de futuros ciudadanos respetuosos y libres que no necesitarán tutelas espirituales”

“La Educación para la Ciudadanía tiene como objetivo favorecer el desarrollo de personas libres e íntegras a través de la consolidación de la autoestima, la dignidad personal, la libertad y la responsabilidad y la formación de futuros ciudadanos con criterio propio, respetuosos, participativos y solidarios, que conozcan sus derechos, asuman sus deberes y desarrollen hábitos cívicos para que puedan ejercer la ciudadanía de forma eficaz y responsable.” Así reza el decreto de mínimos que regula la asignatura que tanta polvareda ha levantado y levanta.

A pesar de lo mucho que se ha hablado y los cientos de titulares que ha llenado el debate sobre el tema, hay muchos ciudadanos que no comprenden la causa por la que algunos personajes se muestran tan detractores y belicosos.

Si nos asomamos a las materias que dice el Decreto 1631/2006 que la estableció, comprendemos aún menos la virulencia desatada y mantenida viva por determinados sociales a impulsos de instigamiento religioso.

El programa recoge en sus apartados los contenidos que debe comprender la materia, a saber: las relaciones del individuo en comunidad y en sociedad bajo el prisma de la igualdad, el respeto a los demás en su propia diversidad, la dignidad y el propio sentido de la responsabilidad. Trata además de hacer conocer a los escolares los valores cívicos de una sociedad democrática, como son justicia, solidaridad, tolerancia y cultura de la paz. Enseña someramente a analizar los conflictos que pueden surgir en la convivencia familiar, o en los grupos humanos en los que nos insertamos y a identificar y rechazar situaciones discriminatorias o marginadoras para aceptar formas de vida y costumbres diferentes.

Hace asimismo, hincapié en la necesidad de valorar y cuidar los bienes y servicios públicos al servicio de la comunidad, en demostrar una conducta ciudadana adecuada a los valores contenidos en nuestra Constitución. Entrena para le diálogo y el debate en la participación, así como los principios recogidos en los textos internacionales en relación con los derechos humanos y el papel de los organismos internacionales en la moderación de los conflictos bélicos. Expone como funciona la democracia española y la sociedades democráticas del siglo XXI en general.

Monseñor Cañizares, que hace méritos constantes para seguir ascendiendo en el escalafon del Vaticano, ya es Príncipe de la Iglesia y seguro que aspira a ser Papa, aseguró plenamente convencido que «Los centros religiosos que impartan la nueva asignatura colaborarán con el mal». Se supone que su opinión se emite por boca de la Iglesia, de lo que podemos deducir que ara la católica Iglesia española el programa expuesto en el párrafo anterior tiene » contenidos morales laicos», y enseñarlo a los escolares es «colaborar con el mal».

Así considerada la cuestión, la enemiga a batir es la laicidad, y lo es por supuesto de cualquier religión entendida como poder terrenal, porque parcelas de poder que detente la sociedad civil restan el poder eclesial. Y esa Iglesia presuntamente tolerante, perdonadora, acogedora y misericordiosa, alenta a sus huestes de intolerantes de humor ácido contra la educación cívica en sede judicial, acumulando causas en los juzgados, gastando alegremente los fondos destinados al servicio público de la justicia y solo con un objetivo, evitar la formación de futuros ciudadanos respetuosos y libres que no necesitarán tutelas espirituales porque se valdrán con su propia autoestima y su formación cultural.

Se supone que en un estado social maduro estos conceptos se aprenderían en el seno del hogar familiar, con las vivencias y experiencias propias y con el ejemplo de los progenitores, pero son precisamente esos que denostan e impugnan las enseñanza del civismo y la urbanidad los primeros que debieran aprobar la asignatura de la convivencia pacífica y el respeto y a los demás. «Periódico CARRIÓN, 2ª quincena de 2008».

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