60 años de Derechos y 30 de Constitución

imagesderehos-humanos

“Puede sorprendernos saber cuantas mujeres y niños sueñan con esos derechos”


Estamos asistiendo a múltiples celebraciones de lo que fueron grandes logros para la humanidad en general y para España en particular y respectivamente. Pero según el punto de vista del observador resultará que aquellos textos han cundido o podían haber dado más juego consiguiendo el objetivo que pretendían.

Acababa de terminar la II conflagración mundial. Es difícil asegurar que fuera el conflicto más sangriento de la historia humana, pero lo cierto es que sin poder llegar a cifras ciertas, el número de muertos sobrepasó los sesenta millones de almas. Europa, EEUU, China, Rusia, Japón, Canadá, y otros, fueron participes activos y pasivos de deportaciones, limpiezas étnicas, persecuciones raciales, sexuales, experimentos médicos, desarraigo, torturas y violaciones masivas. De las negociaciones de paz surge un nuevo orden mundial, pero el destrozo generalizado presenta un escenario sombrío y nuevos frentes de descontento. Entre otras consecuencias, se crea el Estado de Israel, fuente y germen del permanente ataque y desplazamiento de la población palestina ante la mirada nihilista del mundo mundial.

Poco tiempo después la ONU, encargada de velar por la paz amundial, resuelve aprobar el texto que sería bandera común para todos los habitantes de la tierra. Para quienes tenemos la fortuna de haber nacido en esta parte del planeta nos puede resultar obvio que nacemos libres, o que podemos casarnos si queremos, o cambiar de trabajo si es posible, o a pensar lo que queramos. Es cierto que se ha avanzado mucho en reconocimiento de derechos desde hace sesenta años pero puede sorprendernos saber cuantos habitantes hay aún, sobre todo mujeres y niños, que no saben que existen esos derechos, ni lo sueñan. Sienten que su vida no tiene que ser así, porque sino no vale la pena, pero no conocen otra cosa que sus miserias de cada día. Niños soldado, niños tejedores, niños mineros, niños esclavos sexuales, niños robados para el tráfico de órganos, son formatos de sufrimiento que no existían hace sesenta años, no al menos en la proporción de hoy ni con la crueldad que lo conocemos. Son resultado de la industrialización, del concepto de productividad, de la materialización de las relaciones humanas, del capricho del placer. Alguien tiene que contarles a esos niños sus derechos.

Lo mismo ocurre con las mujeres. Casadas desde niñas en régimen de poligamia, amputadas sus zonas erógenas, prisioneras del clan, esclavas sexuales, criadas del amo y de la familia del amo, golpeadas ritualmente porque lo manda la religión, privadas de la más mínima formación, analfabetas, sin ningún margen de decisión ni libertad, lapidadas por provocadoras después de haber sido violadas, desfiguradas y quemadas por reclamar su libertad. Ellas saben que tienen derechos, las ha llegado noticia, los conocen, pero están aisladas cada una en su esclavitud doméstica, no pueden luchar solas. El mundo está lleno de talibanes más o menos camuflados, orgullosos que alardean de serlo o acurrucados simulando lo correcto.

Puede que en el ámbito masculino hayan cundido más logros, no para los más débiles, no obstante ya estaban mejor posicionados en el punto de partida. Con motivo del Día de los Derechos Humanos, cada año el día 10 de diciembre, el Secretario General de las Naciones Unidas de turno, viene a repetir versionado que la “Declaración sigue siendo hoy tan pertinente como lo era el día en que fue aprobada, pero las libertades fundamentales consagradas en ella aún no se han hecho efectivas para todos. Los Gobiernos a menudo carecen de voluntad política para aplicar las normas internacionales que han aceptado libremente. Suele ocurrir que quienes más necesitan que se protejan sus derechos humanos necesiten también conocer que la Declaración existe, y que los ampara.”(Ban Ki-moon 2007).

Lo que es síntoma de que no se avanza demasiado y todo permanece en el campo del deseo sesenta años después. La actividad política hoy está imbuida por el efecto mediático y el ansia de poder personal o nacional prima sobre la razón, la justicia y lo que es conveniente a largo plazo. Hoy en las mesas negociadoras las luchas son de egos y las medidas suelen ser inoperantes pero muy vistosas o adquirir dimensiones desproporcionadas al problema.

Sigue habiendo pena de muerte, censura intelectual y científica, derechos que solo se compran con dinero, siguen existiendo guantánamos, minas antipersonas, fabricación masiva de armas letales, jugosos negocios con vidas humanas. O nuestros políticos se aplican más en la efectividad de sus propagandísticas medidas o dentro de otros cien años estaremos reclamando la igualdad y la dignidad, todavía. «Diario Palentino, domingo 7 de diciembre de 2008»

 

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.