“La vara de mando es para muchos políticos parte de su propia piel”
Desde el principio de los tiempos los hombres, sobre todo los hombres, porque las mujeres ya tenemos claro que nos perpetuamos a través de la creación de vida, han buscado dejar su impronta sobre la tierra que han pisado, el libro, el árbol, el hijo, para bien o para mal, como ilustres o como malvados, pero siempre individualizados. Aunque solo quede en la memoria de su ámbito de relación, buscan durante toda su vida un calificativo maximum, el mejor padre, el hombre más trabajador, muy inteligente, el más dedicado, un artista, un genio, o en caso de frustración si están en la cara B quieren ser el mas listo ladrón, el autor del crimen perfecto, quien más burló la ley, etc. Durante muchos años y aún en muchas culturas las mujeres nos conformamos con ser simplemente buenas madres.
Las monarquías, las sociedades estamentales o de castas, los linajes, las dictaduras y toda forma de acumulación de poder y privilegios han perseguido y defendido siempre y con contundencia el derecho a designar heredero, bien sea por línea de sangre, de discípulo o de testaferro bien mandado. Así se ha construido la historia de los hombres, entre guerras de herencias y regencias de poder. Nuestra actual monarquía la instituyó el Dictador.
En las democracias actuales, el poder político que determinadas personas acumulan llega a personalizarse de tal modo que no pueden consentir que la sucesión se rellene al socaire del puro azar o por los procedentes mecanismos democráticos dentro de la organización llamada a seleccionar a sus dirigentes. La tentación de instituir la figura del heredero es tan fuerte como una compulsión insoslayable. La vara de mando es para muchos políticos parte de su propia piel y frecuentemente olvidan con facilidad que su poder viene de los ciudadanos, supremos repartidores de cargos públicos.
Ese símil que Jesús Quijano cuenta en su biografía tiene plena actualidad y aplicación práctica a muchas situaciones que la realidad nos ofrece cada día. El hechicero de la tribu que se retira y se enfrenta a tres opciones ante su sucesión. Reunir a la tribu y desde una esquina asomar, tirar la cuchara y esconderse, el que la coja ocupará el cargo. Otra solución sería reunir a la tribu, despedirse y que elija al próximo hechicero. Por último, la más tentadora, entregar directamente la cuchara a un elegido.
Desde luego la primera solución es la más cobarde y motivo de conflicto seguro. La segunda es la democrática y la tercera la dictatorial. Aunque seguramente ninguna se dará en estado puro, porque ya el “supremo” se ocupará de que parezca que el sucesor sea elegido por consenso. La política crea mentes ladinas que con astucia estudiada van creando a largo plazo imágenes engañosas como en la pared el fondo de la Caverna de Platón.
Fraga salió de espantada al perder las elecciones con Alianza Popular e instituyó al calamitoso Hernández Mancha como hijo político, que le hizo volver enseguida. González mostró su predilección por Almunia frente a Borrel, convenientemente decapitados los “guerristas” por el propio partido. El PSOE vivió unos años tumultuosos hasta que unas primarias colocaron a Zapatero, con capacidad para aglutinar y eliminar tensiones. Aznar puso a Rajoy en la esperanza de que fuera su longa mano y espantó a sus propios electores.
La historia de todos los tiempos está llena de fracasos electorales cuando un dirigente político se empeña en hacer campo quemado a su alrededor para luego sacarse de la manga un candidato del propio gusto al que va metiendo en la organización de forma programada, como un supositorio. Un nombre que empieza a sonar por no se sabe qué escasos méritos, tal vez una figura recién llegada de la que nadie desconfía por su aparente inocuidad. Una proyección mediática adecuada, y ¡Ale hop!
La mente del autócrata no descansa ni de día ni de noche, mantener el poder da más trabajo que una gran hacienda, hay que hacer planes a corto, medio y largo plazo, hay que sobrevivirse a sí mismo, hay que mandar y hacerse obedecer más allá de la vida activa, perpetuándose en la sombra. Hay que hacer creer a la tribu que eligen al heredero, quién ya tiene la cuchara del cargo en su bolsillo. «Diario Palentino, 13 de julio de 2008» www.elisadocio.com