En un orfeón sería un desastre que unas o varias voces se saltaran la partitura e improvisaran por su cuenta, aunque mejoraran la pieza original. Esperanza Aguirre ha decidido cantar su propia canción y en el coro del PP las respuestas atienden a todos los gustos.
Perder unas elecciones conlleva en sí los ajustes de cuentas. Tiene que haber culpables y salvadores en oferta. Máxime cuando es uno de los grandes quien pierde sistemáticamente elecciones, la hecatombe interna es inevitable. Rajoy pretendió mantener el tipo en la primera derrota utilizando al vieja táctica de unidos y armados hasta los dientes ante el enemigo común, así se planteó la oposición frente a un enemigo malo, perverso, cruel y traidor. Resultó que al final de la jornada y después de haber ensayado todos los papeles del repertorio, desde el agresivo e insultante hasta el blandito e inofensivo de los últimos días de campaña, los españoles no se dejaron convencer y no les pareció tan atroz el trabajo hecho por el gobierno, de modo que volvieron a votar a los malditos socialistas, causantes de todos los males, incluida la crisis económica mundial.
Pero las cañas se volvieron lanzas y la estratagema de dirigir los ojos hacia el enemigo creado ya no le sirve. La ebullición en el seno de un partido es permanente, como en el núcleo de la tierra, el magma hierve y hierve, cuando la presión se acumula estalla y rompe el volcán por la parte más débil de la corteza terrenal, por muchas paladas que se echen en los humeros y fumarolas que surgen por doquier, el fenómeno natural acaba estallando. Perder repetidamente unas elecciones generales en un partido político, con vocación y posibilidades reales de poder ganarlas, es mortal de necesidad.
Esperanza Aguirre así lo ha entendido, pero no quiere parecer traidora y lanzarse a la vorágine a pecho descubierto como su adverso Gallardón, prefiere dar un paso adelante y otro atrás a lo gallego mientras manda a su segundo que niegue lo que ella afirma, y en el totum revolutum va tanteando opiniones, adhesiones, ganado adeptos y descubriendo a los detractores. Un verdadero juego malabar.
Intelectualiza su revuelta y en tono aséptico y afectadamente desinteresado dice querer abrir un debate ideológico en el seno de su partido. Analizada la reacción de los españoles sintomatizada en la urnas, tiene la certeza de que el debate de la crispación nubla los contenidos y está hoy claramente fracasado. Hay que darle la vuelta y comenzar astutamente por otro lado. Por supuesto, no es que tema que Rajoy vaya a reblandecerse y metamorfosearse en un opositor demasiado suave. Esa opción la descarta ella y todos los españoles con memoria reciente de los últimos cuatro años. Nadie cambia hasta volverse del revés, solo en matices.
La Presidenta de la Comunidad de Madrid se perfila como aspirante decidida a Presidenta del Gobierno de España, como es lícito y normal en un partido político cuyo fin último es el poder, pero ha optado por decir que quiere poner en práctica una política que resalte los valores éticos y morales de su partido conservador, según ella mucho más valiosos que los del socialismo.
Desde luego labia tiene, y como mujer mérito también, después de todo en el país de las cacareadas igualdades tan solo una mujer y por primera vez en la historia ha encabezado la candidatura nacional al Congreso de los Diputados en un partido fundado por sí misma, y además ha salido elegida. Con independencia de su discutible planteamiento político, desde la perspectiva de género merece un hurra y una página en la historia.
La pena es que Esperanza Aguirre quiera el poder para poner en práctica esa política conservadora decimonónica que pretende retrocedernos, a las mujeres y los débiles sobre todo, y restarnos en vez de ampliar algunos derechos conseguidos después duro batallar. A juzgar por la política que desarrolla en la Comunidad de Madrid, Esperanza quiere mayor rigidez de conceptos, menos pamplinas con las libertades públicas y más mano dura, un tratamiento mucho más conservador en el día a día de la política del Partido Popular y su eco en la vida cotidiana de los ciudadanos. Los titulares nos lo cuentan cada día, privatización paulatina de la sanidad pública, cortapisas al aborto, persecución de los medicación contra el dolor, véase la libertad de opinión y expresión en Telemadrid, el tratamiento dado a las bodas entre homosexuales, el respeto por las normas estatales (actos de contenido político en la jornada de reflexión, omisión en el aplicación de la ley antitabaco, etc.) o la vuelta a las ayudas asistenciales en vez de aplicar la justicia social.
Ha declarado «No hablo de personas, sino de ideas, principios y valores», por supuesto, así lo habíamos entendido. «Diario Palentino, 13 de abril de 2008»