«Gallardón, que siempre presumió de centrista y se supera a sí mismo en cada elección, se alza como candidato natural»
Se puede cambiar el cauce de un arroyuelo pero no desviar el río Ebro, porque el agua siempre buscará su lecho natural y tenderá a volver a discurrir por la cuenca que la naturaleza formó en las condiciones adecuadas para que cumpla su función. En el intento de recuperación de sus dominios ese retorno nunca será pacífico, lo normal puede que sea el desbordamiento, las inundaciones y otros perjuicios colaterales.
Del mismo modo, en algunas ocasiones, los partidos políticos de las democracias occidentales se empeñan en soslayar la figura del candidato natural, del pretendiente de consenso, del personaje que ganaría elecciones y sería el más aceptado en el seno de su grupo político y por el electorado en general, sustituyéndolo por candidatos de fabricación casera ad hoc que sin duda disponen de sus propias cualidades pero no de las precisas para la función requerida. Descubrir en qué persona se asienta la condición de candidato natural debiera ser el objetivo, la clave, el mérito y el éxito.
Como somos humanos y por ende imperfectos, la viga en el ojo propio nos es difícilmente visualizable, a la hora de tomar cualquier decisión con mucha facilidad nos dejamos llevar por simpatías personales, por necesidades de agradecimientos, por intereses subjetivos y otras visiones que nublan la objetividad y la optimización, nos perdemos la ocasión de valorar debidamente circunstancias enriquecedoras y decidimos en el peor de los casos erráticamente, en el mejor de forma ineficiente. Nos ocurre a menudo, en nuestra vida cotidiana y a cada paso, en el trabajo, en la vecindad o en las relaciones familiares. Encontrar el mejor camino siempre ha sido la mayor dificultad del hombre, las bibliotecas de ayuda personal, tan en boga hoy día, están llenas de manuales de autoayuda para encontrar la senda adecuada a cada cual.
Pero cuando se trata de la cosa pública el futuro de los conciudadanos está en juego, va a depender de las manos que detenten el poder, sea poco o mucho, aquí quienes deciden encumbrar o mermar a los personajes protagonistas de la función debieran soslayar sus querencias personales y el juego de sus propios intereses, hacer prácticas de intuición y olfateo para descubrir al óptimo candidato natural, en caso contrario tarde o temprano, de una u otra forma pagarán la pena en su propia persona y en lo que representan de cara a los demás.
En el Partido Popular la imagen de ésta nefanda representación se está dando con toda virulencia durante los últimos días. Quienes controlan ésta formación política la han puesto inequívoca y tozudamente al servicio del ala ideológica más conservadora y radical. Gallardón, que siempre presumió de centrista y se supera a sí mismo en cada elección, se alza como candidato natural para los suyos y para los demás. A Rajoy no le gusta nada la sombra alargada del alcalde de Madrid, le parece amenazante porque sabe que goza de muchas simpatías en los sectores más demócratas y pacíficos de su partido, que podría mermar las diferencias con el PSOE, incluso seguramente no ignora que podría ser una alternativa válida en respuesta a su infausta gestión como líder de la oposición. Son muchas las voces internas que en el PP ya piden la cabeza de Rajoy y sobre todo la de sus intermitentes y agresivos voceros, Acebes y Zaplana. En las respuestas al órdago de Gallardón, ya se ve como toman posiciones quienes hablan, los que nadan y guardan la ropa, los que claramente defienden su estatus unido inexorablemente al actual cabeza visible, e incluso a las invisibles y no por ello menos conocidas.
Parece lógica la respuesta de que un alcalde no puede atender debidamente su alcaldía y un escaño en el Parlamento, porque enseguida una de las dos funciones quedaría pospuesta a la otra o las dos mermadas simultáneamente y los tiempos políticos que corren no están para mermas de esfuerzos y dedicación. También se ha tomado la gallarda embestida como un desacato al deber de disciplina y obediencia interna en el partido. Pero lo cierto es que a Rajoy se le están empezando a quemar los garbanzos. En pocos meses le hacen aguas Piqué y Gallardón, como no tire el lastre ultra por la borda se hundirá cada día más, en las encuestas del CIS, en la consideración ciudadana y en la próxima convocatoria electoral. «Diario Palentino, 27 de agosto de 2007»