UNA DERECHA RAZONABLE

Ninguna democracia puede funcionar sin la existencia de formaciones políticas adecuadas para la representación de los ciudadanos

Este es el enunciado de un deseo que se va convirtiendo cada día con mayor fuerza en el clamor insistente de los ciudadanos pacíficos de este país. Las disensiones internas de los conservadores de bien con respecto a las directrices y conductas marcadas por los actuales dirigentes del Partido Popular se dejan sentir con una contundencia creciente. Los amantes del dialogo político pacífico e institucional no quieren gresca y ya abiertamente se confiesan con orgullo «de derechas» pero no del partido voceado por Acebes y Zaplana.

Ninguna democracia puede funcionar sin la existencia de formaciones políticas adecuadas para la representación de los ciudadanos y sin el debate en los foros que el marco constitucional consensuado tiene establecido a tal fin. Los conservadores convencidos y razonables empiezan a sentirse incómodos en  ese continuo y llamativo aspaviento mediático, saben valorar la necesidad de concordia, de la convivencia pacifica de todos los españoles y la estabilidad del sistema como pautas de crecimiento en el seno de la sociedad europea y moderna que somos hoy día.

Y con ellos, España entera, por razones de salud democrática, necesita una formación política que los aglutine y represente, sin vergüenza y sin rubor, sin tener que matizar o esconder el temor a confesarse de derechas en ese marco de barbarie marcado por el ultraconservadurismo que ha tomado las riendas ideológicas de muchos millones de ciudadanos que empiezan a dudar de la bonanza de su credo político.

En el seno del Partido Popular las voces de la crítica interna, cuando no de la disidencia abierta y  expresa, salen cada vez mas a la luz publica. Si en nuestra vieja Castilla decían las lavanderas que «los trapos sucios se lavan en casa» para no dar que hablar a los vecinos, y en el funcionamiento interno de  los partidos políticos esta una máxima sagrada porque cualquier manifestación de fisuras puede dar al adversario armas de alcance inconmensurable, puede traducirse en que cualquier voz disonante haciendo publico su descontento es la punta de un iceberg sumergido de mucha mayor envergadura.

En la actualidad cotidiana del devenir político de este país se observa cada vez más la laguna de una derecha moderna, social, europea. Una derecha honesta y coherente capaz de poder gobernar un día en España. Una nueva derecha actualizada a los tiempos del siglo XXI, dialogante, respetuosa con la opinión del otro y sobre todo leal en el desempeño de su función, sea de gobierno, sea de oposición. Una derecha que sea reflejo de la actual sociedad deseosa de bienestar en armonía y lejos de la crispación y el estado de conflictividad permanente. Una derecha presente y ejerciente en las instituciones que no cambie los cauces de voz democráticos por esa constante y creciente, vociferante y folklórica puesta en escena sabatina con la que tanto daño se hace a si misma y al conjunto del sistema democrático.

El despotismo despreciativo hacia quien esta enfrente no suma valor al argumento, solo resta. En un debate participativo todas las formaciones políticas tienen campos en común, nadie puede sobrevivir solo contra todos los demás salvo cayendo en al ridiculez del chiste de que todos los demás viajan por el carril equivocado.

Ante ésta, cada día más acuciante, carencia de una formación que aglutine a los ciudadanos razonables de derechas, vemos como van apareciendo en la escena política nuevos grupúsculos que intentan acoger en su seno al creciente número de descontentos e inadaptados. Tanto en ámbitos urbanos como en zonas rurales se multiplican las denominadas candidaturas o listas independientes intentando alojar, dar cabida a todas aquellas personas que en su respetable ideología conservadora no consiguen acomodo en esa derecha vociferante y callejera con la que no se identifican. Un fenómeno de «reinos taifas» que en un intento de descongestionar la cerrazón en que se sumerge el actual Partido Popular no hará mas que perjudicar la política municipal y autonómica restando energías en vez de sumarlas.

Andando el tiempo la merma electoral, pronosticada por los sondeos, será la consecuencia lógica al dividirse la fuerza del voto conservador con la subsiguiente perdida de representación política. Según el alimento así será la salud. «Diario Palentino, 8 de abril de 2007»

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