«No hay que confundir los programas con las palabras, ni la política justa con la propaganda electoral»
Cada cuatro años tenemos el gusto y el placer de poder decir, elegir, participar y ser protagonistas decisivos de lo que será nuestro futuro durante los siguientes cuatro años. No es tema baladí, ni tampoco existió siempre esta posibilidad, no me cansaré de repetírselo a nuestros descendientes más jóvenes que no se paran a pensar temporalmente y, en el subconsciente, creen que los ordenadores, los teléfonos móviles y la democracia en este país existen desde tiempo inmemorial y son intangibles.
La renovación del voto es el recuerdo cuatrienal de nuestra libertad de decidir, por eso en algunos casos crea desasosiego, porque es una responsabilidad importante y transcendente. Hay quienes lo tienen muy claro y definido desde siempre, pase lo que pase a su alrededor. Personas que claramente optaron un día por una ideología y la mantienen con decidida convicción, bien por «genética familiar», bien por autoaprendizaje y decisión personal. Son los electores inamovibles, fieles que defienden su posición y disculpan los errores de su credo como algo accesorio.
Pero en las democracias quienes deciden al final la balanza y permiten la alternancia no son estos, encajonados, contabilizados e inamovibles, sino los variables, aquellos otros que valoran cada vez su voto, que analizan, o estudian, o reflexionan, o simplemente intuyen cual ha de ser su opción en esa ocasión concreta. Esta franja intermedia de críticos se convierten en el objetivo fundamental de los partidos, son las pequeñas porciones que inclinan de uno u otro lado la balanza y deciden quien ostentará el poder hasta los próximos comicios.
Ayer en Buenavista de Valdavia tuvo lugar la ya concurrida y prestigiada Jornada anual convocada por la Asociación para el Desarrollo Integral del Río Valdavia (ADIVAL). En su oncena edición se puso de manifiesto una vez más la vitalidad y el interés que por los asuntos públicos y comunes del valle del Valdavia muestran sus habitantes. Ávidos de escuchar, contrastar y participar, los asistentes no perdieron detalle de las ponencias, las experiencias y las exposiciones.
El Catedrático de Historia, Marcelino Flórez, abrió el encuentro poniéndonos las pilas a primera hora. Su exposición acerca del municipalismo en Castilla y León sobre Ciudadanía y Elecciones estuvo repleta de grandes y originales ideas presentadas con la maestría de un curtido docente. «La única política justa es una política ética -dijo- la que se atreve a poner en primer lugar las necesidades de los más débiles», pero no hay que confundir los programas con las palabras, ni la política justa con la propaganda electoral, para poder discernir en la avalancha publicitaria que se nos avecina, recomendó «comparar la forma de vida de los candidatos electorales con las ideas que dicen defender» , ver quienes son los amigos de sus partidos, los que promueven las construcciones o quienes trabajan en ellas.
Pero sobre todo, y lo que más cundió en la jornada, fue la decisión de los asistentes por entrar de lleno en un análisis profundo sobre las carencias que afectan a nuestros pueblos, según rezaba el guión del propio programa.
Las nuevas respuestas que son necesarias ante las recientes situaciones creadas, las dificultades que a diario se encuentran los regidores de nuestros pequeños pueblos, quienes sin ayuda sólida tienen que hacer frente a una legislación cuya complejidad aumenta sin límite, dar soluciones a las demandas de una población cada vez más exigente, y todo bajo una alarmante escasez de medios, de recursos humanos, materiales y especializados, una ausencia absoluta de implicación de las poderosas instituciones que pueden y deben hacerlo, dirigentes locales insertos en la difícil convivencia cotidiana de las pequeñas comunidades que no salen de sus históricas inercias.
Media docena de alcaldes y alcaldesas de pequeñas localidades de la provincia contaron sus experiencias, sus esfuerzos, sus logros y algunos contratiempos, sus desazones en la convivencia cuerpo a cuerpo con sus vecinos de siempre, la llegada de nuevos pobladores acompañados de sus diferentes culturas, las historias de los retornados, la contradicción de no hay trabajo ni trabajadores, etc.
Pero todos, ellos y ellas, aparecieron ante los ojos de los contertulios revestidos de un liderazgo ejemplar por su denodada pasión en dar algunos pasos de futuro para sus menguantes pueblos. Esos, los solitarios héroes conseguidores de pequeños logros cotidianos fueron los auténticos protagonistas, los líderes de la comunidad local, los que dieron ejemplo de arrojo y generosidad. «Diario Palentino, 11 de febrero de 2006»