IGNORANCIA MANEJABLE

«La experiencia de la humanidad ha demostrado que la cultura y el saber hacen libres a las personas y a los pueblos»

Desde que existe constancia histórica del pensamiento filosófico, el saber ha sido uno de los propósitos fundamentales del humano poblador de este planeta. Conocer las causas de los acontecimientos, el origen y el destino del universo, cómo y porqué se crea y se destruye la materia viva y la inerte, de donde venimos y a donde vamos, cual es la función que tenemos encomendada y como ha de ser nuestro tránsito por esta tierra; saber, conocer, controlar y programar lo que nos rodea son los objetivos últimos a que tiende el caminar de nuestra civilización desde sus orígenes remotos.

Y el conocimiento conseguido por cada sociedad se fue transmitiendo a las generaciones siguientes en la forma y con los instrumentos al alcance del momento histórico, por transmisión oral y costumbres, por símbolos y signos, mediante escritura en piedra, en papiro, en pergamino, en papel, de viva voz en persona o por teléfono, vía internet y lo que aún conoceremos.

La experiencia de la humanidad ha demostrado que la cultura y el saber hacen libres a las personas y a los pueblos. Pero el conocimiento y la libertad abren peligrosos caminos para quienes quieren dominar a otros, de modo que también la experiencia ha quedado claro que aquellos dirigentes políticos, religiosos y sociales, investidos y amantes de un tipo de poder autoritario no quieren que sus súbditos sepan demasiado, pues pondrán en duda su legitimidad y exigirán la parcela de decisión que la propia autoestima dicte que les corresponde.

Cada cierto tiempo recibimos con estupor la noticia de que en tal o cual conflicto bélico se han destruido fondos documentales, bibliotecas legendarias como recientemente le ocurrió a la de Bagdad donde ardieron legados culturales insustituibles. Sin necesidad de ir tan lejos sabemos que en nuestro mundo rural no se incendian pero se dejan morir de inanición, de falta de recursos, de abandono. Lectores entusiastas que progresivamente van viendo como se suprimen las suscripciones que les gustaban, comprueban que los títulos más vendidos no están disponibles, que no hay renovación, ni actualización, ni impulso que favorezca la lectura, solo vacío, merma y desaliento.

En los niveles nacionales asistimos cada día a la guerra de las cifras de lectores que protagonizan los medios de difusión escritos, prensa en papel y prensa digital, hay algunos que se salen esgrimiendo cantidades increíbles. Después de todo el papel es blanco y se deja  escribir lo que la mano quiera, no protesta, si bien es cierto que el número de lectores por ejemplar es de 4,73 en prensa y 4,13 en revistas, lo que supone un aprovechamiento razonable de cada tirada.

Por su parte la Federación del Gremio de Editores de España, en resumen publicado en la Revista Independiente Nuevos Tiempos, hace un estudio pormenorizado sobre la lectura en este país. Apunta que el perfil del lector es el de persona joven del medio urbano y con estudios, resalta que hay más mujeres que hombres, que un 28% de la población acude a las bibliotecas públicas solicitando sus servicios de préstamos, consulta, estudio y lectura de prensa diaria. En los datos estadísticos sobre niveles de lectura por comunidades autónomas, Castilla y León ocupa el sexto puesto, situándose muy por encima de la media nacional, dato que nos honra.

La instrucción pública, el acceso a la cultura y el saber, la formación de los ciudadanos, es pilar básico de una sociedad avanzada. Solo la ignorancia, la desidia o una aviesa intencionalidad, pueden explicar que se abandone este útil. Cuando en España llegó la II República se encontró con un índice de analfabetismo cercano al cincuenta por ciento, la instrucción pública fue para sus gobernantes tarea prioritaria, en su corta vida consiguió una alfabetización sin precedentes.

No es preciso hacer hincapié en que la lectura facilita el aprendizaje, la cultura, el desarrollo personal, el conocimiento propio y del entorno, ayuda a la comprensión y asimilación de los contenidos de las palabras, es útil para disfrutar, aprender, sintetizar. Dominar la propia lengua es disponer de los cauces apropiados para poder salir de nosotros mismos y proyectar al exterior nuestras voluntades, dolencias, pensamientos y sentimientos. La lectura nos enseña el arte de la palabra como medio de entendimiento y nos aleja de la agresividad y de la violencia. Sirve como entretenimiento, para la formación cultural, como desarrollo personal,  para estudiar y en el trabajo.

Tenemos los lectores, solo nos faltan los libros. «Carrión, 1ª quincena de diciembre»

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