MUJER CON VOZ

«En esta tierra de conformidades hay excesivos silencios, demasiadas opiniones atragantadas con temores de otros tiempos»

Porque enseguida llega el día 8 de marzo, y de nuevo se va a celebrar el Día Internacional de la Mujer, me voy a permitir la licencia de hablar de mí misma, algo que a buen seguro no estaría mal visto en un hombre, (se llamaría «aportación de datos autobiográficos»), pero que acaso sea de dudosa corrección tratándose de una mujer («¡Es una soberbia!»). Decían los textos conservadores, que nos hicieron tragar hasta añusgarnos, que las mujeres debíamos ser discretas, sencillas, humildes, sumisas y pasar desapercibidas, por lo que yo siempre parecí, como poco, extraterrestre.

Nací en Palencia hace cuarenta y nueve años y desde entonces tengo memoria, creo que hasta me acuerdo de ese mismo día en que al abrir los ojos conocí a Dña Raimunda, notable profesional del parto a la que luego vería atendiendo a mi madre  en similar coyuntura cuatro veces más.

No se si por genética, por devoción o por reacción, desde aquella fecha no he parado de dar guerra. Lo reconozco, tal cual. Así lo saben bien quienes me conocen, en mi familia, en mi casa, en mi entorno y más allá. Pero de todas mis rebeldías si alguna llevo con especial honra y orgullo es mi pelea cotidiana por la «igualdad», si bien éste término es demasiado moderno, genérico y deslavazado para mí, aún no me acostumbro, yo soy una feminista en bruto, de la vieja escuela, de las que hablábamos de machismo con rabia y presas de un desgarrador y asfixiante sentimiento de injusticia, de las que fumábamos porque nos lo prohibían y vertíamos tacos como reacción a la ñoñez cursi que se esperaba de nosotras. Mi padre, «pater» de su tiempo, lo llevó bien comprobado con cinco mujeres en casa siempre en pie de feminismo radical.

Y mis estimados lectores se preguntarán porqué me cuento de «aquesta» guisa y qué importan a nadie mis cuitas; pero todo viene hilado a la sazón  de que algunos y/o algunas que se plantean mis reflexiones quieren saberlo para conocernos mejor, y también lo hago por los otros, los masoquistas que me leen para fustigarse un rato y pasar a contestarme a continuación, para que sufran/disfruten teniendo más datos.

La verdad es que como mujer que le planta cara a la vida y al corsé de esta pequeña ciudad castellana me siento halagada con tanta respuesta. Doce contestaciones publicadas en éste periódico durante el último año, y todas haciendo referencia a algunas de mis cuarenta y seis colaboraciones, significa una por mes, todo un record no superado por ninguno de mis compañeros colaboradores-varones, es decir, que tengo muchos atentos lectores y lectoras. Gracias por su fidelidad.

Sin embargo es de resaltar que por el tenso contenido de algunas de las misivas se puede deducir que entre ellos hay bastantes que no se conforman con discrepar tranquilamente con esta ¿osada? palentina, sino que después de tomarse un antiácido para leerme (¡ganas de sufrir que tienen!), se dan por aludidos, se autoproclaman e incluyen en las categorías que yo menciono y, levantando el dedito para que alguien les ponga un donuts, se identifican (con nombre de autor o de encargo) contestando por escrito para que todos sin excepción nos enteremos y tomemos nota de su enfadado testimonio público. Todo el mundo tiene derecho a opinar, por supuesto, hasta yo.

Entre esa grey malhumorada que se deja traslucir detrás de algunos opinantes, hay quién tiene incluso a unos «encargados» intentando buscarme mamarutas del pasado, y como no encuentran nada sustancioso para hacer bandera lo acabarán componiendo a base de afeitar un huevo, por si sale algo de pelusilla y con las raspaduras poder hacer que parezca la peluca de algún fantasma inventado. El experimentado estilo de los perseguidores es siempre el mismo, desde la Inquisición no varía. Lo que más sentirán algunos es que la libertad sea igual para todas y todos.

Todo está bien, siento una moderada sensación de satisfacción y orgullo que me retroalimenta para continuar. Si un 26% de mis reflexiones son contestadas, parece que hay bastantes motivos para pensar que lo dicho mueve algunas conciencias o al menos hace dudar, y de la duda dedujo Descartes la propia existencia, que no es poco.

La pluma es mi valor y mi defensa, no estoy aquí ni allá, ni soy de esto ni de lo otro, soy de mí misma y a mí sola pertenezco. Voy sembrando mis semillitas que algún día florecerán, mal que les pese a algunos, o a muchos, ya se verá. De la simiente que planto solo yo conozco los frutos que nacerán, igual alguno se sorprende. La naturaleza humana es así de impredecible.

En esta tierra de conformidades hay excesivos silencios, demasiadas opiniones atragantadas con temores de otros tiempos. Nos hemos criado entre muecas, entre gestos entrecortados y con el dedo índice atravesado en la boca desde pequeños, hemos aprendido con sangre y fuego a manifestarnos con los ojos y a base de intercalar mutismos bien administrados,  ya de último con los votos, lo demás todo es secreto.

Por fortuna soy mujer, libre, palentina de pura cepa y con voz, tengo mucho que decir, y que contar. Pero… poco a poco, que todo se andará. «Diario Palentino, 5 de marzo de 2006

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