“Sin ningún sentido de la responsabilidad, el mayor partido de la oposición española, instrumentaliza lo que le viene a la mano con el solo objetivo de cargarse a Zapatero”
El Partido Popular ha descubierto el gustillo de la pancarta y la manifestación y no quiere perderse ese placer. Cada fin de semana saca de excursión a sus militantes y simpatizantes para darles una vuelta por la capital o llevarles de ruta por algunas ciudades castellanas. No está mal, viajando siempre se aprenden cosas y este turismo de otoño es una forma alternativa de llenar tiempo desocupado y ciudades desoladas por el frío.
Si no fuera por la aviesa intención de desestabilizar la democracia hasta se les podría dar algún premio de turismo interior. Lo malo de estas movidas es su mal propósito y el desasosiego que intentan sembrar en los pacíficos demócratas de este país.
En el Preámbulo de nuestra constitución podemos leer: “Proteger a todos los españoles y pueblos de España en el ejercicio de sus derechos humanos, sus culturas y tradiciones, lenguas e instituciones” y en su artículo 2, reza: “La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas”.
Nuestra Constitución, la vigente, la que promueve y soporta todo nuestro régimen jurídico, la que regula la vida diaria de los españoles, incluso la de aquellos que no la votaron y ahora tanto la defienden, ya reconoce, digo, la existencia de una nación española pero también de otras nacionalidades y regiones, luego ¿porqué tantos aspavientos y sacar las cosas del quicio?
Sin ningún sentido de la responsabilidad ni cargo de conciencia alguno, el mayor partido de la oposición española, instrumentaliza lo que le viene a la mano con el solo objetivo de cargarse a Zapatero. Lo mismo les da jugar con las víctimas del terrorismo que con la constitución que no votaron, o con los papeles de Salamanca, que sus antecesores más directos obtuvieron de aquella manera poco ortodoxa y nada legal, todo es bueno para el convento si cumple con su finalidad.
Ahora, otra vez en la historia de España, la derecha radical cumple su función de fragmentación interna. Divide y vencerás dice el mandato estratégico militar. Y ni corta ni perezosa se lanza a crear un abismo artificial, virtual y mediático de españoles contra españoles, otra vez hermanos contra hermanos, porque saben que en terreno enfangado siempre ganan ellos, los amorales, lo que no respetan norma alguna que les obstaculice ganar.
Según nuestro texto constitucional, las nacionalidades de esta nación que es España, tienen derecho al diálogo, a que se las escuche, tienen derecho a plantear propuestas y a que se debatan, otra cosa distinta es que prosperen, que se aprueben en todo o en parte o en nada, pero a la negociación de intereses dentro del marco legal todo el mundo tiene derecho. Es algo tan elemental que parece increíble la lectura interesada que está intentado transmitir el Partido Popular.
En éste país de gente madura hace muchos años que ya no hay dos españas, la de los buenos (históricamente equiparados a los de derechas) y la de los malos (de izquierdas), aquí hay varias nacionalidades con “sus culturas, tradiciones, lenguas e instituciones” en convivencia pacífica, como ya se consensuó y recogió en 1978, y al igual que existen en Alemania o en Suiza sin ningún problema. Aquí no hay ni habrá fronteras, ni guetos, ni cotos cerrados, ni límites a la libertad de residencia y circulación de personas y trabajadores españoles dentro de España ni dentro de Europa. ¿Porqué tanto miedo a la libertad? ¿Qué futuro pretende para los españoles el Partido Popular? «Diario Palentino, 4 de diciembre de 2005»